La carne del cisne by Teresa Cardona

La carne del cisne by Teresa Cardona

autor:Teresa Cardona [Cardona, Teresa]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Policial
editor: ePubLibre
publicado: 2023-12-03T00:00:00+00:00


24

Madrid-San Lorenzo de El Escorial, diciembre de 2016

—Cano, no puedes reaccionar así. Has estado a punto de decir que no hacía falta investigar a nadie más. —El brigada la miró asombrado—. Ya sé lo que quieres decir, pero, además de no ser cierto, porque sé lo exacto que eres, por una frase así se nos puede caer el pelo, y más en manos de un abogado. —Suspiró—. Quiero hablar con los policías que le detuvieron.

El brigada no replicó y la teniente no añadió nada más. Karen pensó que Cano a veces se comportaba como un niño terco. En su fuero interno, no podía más que censurar la forma en la que se desarrolló la detención de César Rubio y no debía de querer debatirlo. Pasados unos minutos, el sentido de la justicia tan intrínseco al brigada triunfó.

—Yo no digo que los nacionales no se pasasen, pero… —estalló.

Karen esbozó una sonrisa y se dijo que no había aguantado mucho.

—Perdona, Cano, pero creo que la que se pasó fue ella. No generalices, que eso está muy mal… —dijo divertida—. No nos cuesta nada hablar con ellos. Nos quedan la madre de César y la jefa de Patricia. A lo mejor, Romero ha avanzado. Y quiero hablar con el juez que instruyó el caso entonces.

Karen frenó para entrar en la rotonda que llevaba al cuartel y a la zona comercial. Todo estaba tranquilo y supuso que los colegios no habían acabado todavía. Se estremeció de frío al bajarse y notar los cinco grados que separaban a la sierra de la capital; por otra parte, se alegró de ver el cielo despejado. Sólo la cima de San Benito parecía todavía un poco nublada.

—Va a llover —dijo Cano.

—El teléfono dice que no —respondió Karen tras consultar la aplicación del tiempo.

El brigada se encogió de hombros.

—Lloverá —dijo, seguro—. ¿Dudas del juicio ahora?

Karen le miró escéptica.

Saludaron al entrar en el cuartel y se dirigieron a su despacho.

—Cano, tengo dudas sobre lo que pasó. Y quiero saber qué hizo dudar al juez; por eso tenemos que hablar con él. Si se lo solicitamos a su señoría, a lo mejor nos allana el camino y, de paso, le informamos.

El brigada afirmó con la cabeza, marcó el número del juez y, tras haberle puesto al corriente de las últimas novedades, este prometió hablar con el magistrado asignado al caso de Patricia y César y volverlos a llamar. Cano hizo un gesto ambiguo.

—No sé por qué le das tanta importancia a la detención…

—Porque quiero saber si la acusación de entonces se hizo sobre pruebas estables. Porque algo hizo al juez dudar. Porque si efectivamente tiene una personalidad irascible y violenta, si no es capaz de controlarse, sería plausible que subiese a San Lorenzo a vengarse.

—A lo mejor, aunque no lo fuese, se convirtió en violento tras la estancia en prisión.

—Es posible también. Recuérdame que llamemos a Soto del Real. Les he escrito, pero no han contestado todavía. No me quiero centrar sólo en César; quiero saber más de las amenazas que ella tuvo y de sus relaciones, las actuales y las pasadas.



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